jueves, 17 de febrero de 2011

El Cisne Negro, las alas de Natalie Portman



Como una de las grandes contendientes de los principales premios de la cinematografía internacional se abre el telón para El Cisne Negro de Darren Aronofsky.

Drama narrado al muy particular estilo de su director, con secuencias a “nivel de cancha” siguiendo muy de cerca la acción descrita, ambientación matizada con tonos descoloridos y sobre todo el seguimiento de la protagonista hasta su más secreta intimidad. Natalie Portman recrea a Nina Sayers, dedicada bailarina de la compañía de Teatro de Nueva York en esta historia. El desempeño de Portman logra meter al espectador a ese permanente estado de ánimo saturado de nerviosismo e inseguridad pero también de la férrea autodisciplina que va construyendo un estado emocional alterno. Como un voyeurista obsesionado, la narración del director te lleva a descubrir a un personaje asolado por sus temores, por su moral supervisada muy de cerca en su entorno familiar, que aunque la lleva de la mano a un nivel privilegiado en el arte del ballet clásico, también la mantiene cautiva en una limitada jaula de prejuicios que le impiden desplegar sus alcances con soltura.

En el Cisne Negro, volvemos a encontrar ese medio ambiente familiar atípico donde falta uno de los padres tal como lo vimos en The Wrestler también de Aronofsky. Tensión, soledad, dolor, son algunos de los ingredientes con los que también sazona a nuestra historia en turno. Nuevamente vemos al protagonista siendo perseguido por las circunstancias de su actividad primaria pero esta vez en foros de teatro y no en los encordados. En esta película, vemos tras bambalinas que el mundo del ballet no es exactamente la delicadeza virginal que vemos al otro lado del foro. La perfección en el desempeño puede llegar a obsesionar al ejecutante al grado de casi ignorar el riesgo y el dolor inherente.

Resulta interesante la trayectoria que Aronofsky le da a este cuento de hadas dramático porque nos presenta dos dimensiones de una misma realidad y como espectador te ves obligado a correr detrás del hilo como gato tras la madeja. A cada momento te preguntas o por lo menos imaginas qué es lo que sigue, aunque pudiera parecer, no es predecible.

Intriga psicológica de buena calidad encabezada de manera muy afortunada por la bella Natalie Portman que en su caracterización deja ver el profesionalismo con el que asumió el compromiso de interpretar a una bailarina profesional con toda su carga de desgaste físico y mental.

El resto del elenco evidencia un marcado soporte al papel de Portman pero muy bién logrado, Barbara Hershey en el papel de Erica Sayers nos permite ver a la madre controladora y rígida en la disciplina de la bailarina, incluso chantajista pero madre al fin.

Otro dos pivotes básicos son el director artístico Thomas Leroy (Vincent Cassel) que es quien pone el reto, motivo de esta trama y por otro lado Lily (Mila Kunis) la bailarina suplente que por razones obvias mete una dosis extra de stress en una ambigua relación con Nina. 

Aunque muy breve me gusta el papel de Wynona Rider como el angel caído en desgracia, esa personalidad de frágil belleza resulta de gran utilidad en el drama contextual.

Más cercana a cine de arte que a blockbuster temporal. Con gusto la vería de nuevo.

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